miércoles, 23 de marzo de 2011

Destino


Y aquella vez no volvió al lecho. Mientras ella hubo esperado toda la noche en vela, las sábanas de su cama permanecieron frías como el hielo. Sin su presencia, todo se derrumbó a su alrededor. No pudo regresar. El acero se lo impidió. Sin embargo, los días se antojaban eternos para la que le estuvo esperando sempiternamente. Y su faz se llenó de arrugas, sin recibir ni una noticia suya. Ella contemplaba, impasible, el inevitable paso del tiempo. Aferrada a lo que más quería, y a aquel pañuelo que le evocaba su recuerdo, siguió mirando las horas pasar. Pero él nunca volvió, a pesar de que le había hecho con recelo una promesa. Y la Parca esperó inamovible hasta que su último estertor llegó. Tumbada en el lecho que él una vez vacío dejó. Apesadumbrada por su dolor y pena, dejó esta vida, sin buenasnuevas de su amor. Quiso el incierto destino que ella nunca recibiera aquella misiva que un cobarde en batalla le escribió. Se despedía de su envoltura mortal, pues no pudo soportar el yugo de la guerra ni un minuto más. Mientras decía adiós, con la soga al cuello, un disparo furtivo alcanzó sus entrañas. Maldito destino, que quiso que los amantes dejaran de serlo. Maldito destino, que hizo que sus trazos y su despedida se perdieran en el espacio. Sólo dejó una carta manchada de sangre, una vida rota y un frío lecho. Ni descendencia, ni cobijo. Tan solo dolor y pesar. Destino cruel, que manejas a tu antojo el sino de los seres. Destino, que juegas con los sentimientos y con la misma vida… Destino incierto… ¿Quién dice que no se repetirá?

Caronte


Deja que mi alma se meza una vez más con el vaivén de las olas de este mar de sombras, pues perdí mi óbolo al cruzar el estrecho umbral que existe entre la vida y la muerte. Déjame, tú, alma condenada, que es mi última oportunidad de sentirme viva en esta espiral de corrientes que me transportan de un lado a otro del Aqueronte. Tú, que por la eternidad has conducido a los perdidos y sin rumbo hasta su destino final. Tú, que has portado el silencio y la muerte hasta el Inframundo. Dame un último atisbo de esperanza para sentir que aún no ha llegado mi hora. Opulento Hades, déjame disfrutar un poco más de esta vida. Y vosotras, Moiras, que todo tenéis entre vuestras manos y que todo lo contempláis, permitidme cumplir la misión que se me ha encomendado antes de cortar el delicado hilo que me une a este mundo. Os lo ruego, os lo suplico… Dioses, tened piedad de esta pobre mortal…

lunes, 21 de marzo de 2011

Musa


¿Por qué me has abandonado a mi suerte? ¿Por qué ya no me visitas? Rózame con tu aliento... Te lo imploro... Vuelve a casa...